Thursday, November 05, 2009

Entender a Camus: El sentimiento absurdo

(Hace mucho tiempo que no me pongo a escribir seriamente... y sigo sin hacerlo. Pero rebuscando he encontrado un texto que escribí hace tiempo sobre el absurdo en Camus que me parece digno de reflexión. Espero que lo disfruteis.)




El Absurdo en Albert Camus.
--Sísifo de Tiziano--

  • ¿Qué es un razonamiento absurdo?
“Lo Absurdo nace de esta confrontación entre el llamamiento humano y el silencio irrazonable del mundo”
Albert Camus (1) .

El primer ensayo de los que componen El Mito de Sísifo es el dedicado a circunscribir lo que podemos entender por “absurdo” y las consecuencias que podemos obtener de este enfoque. Camus comienza argumentado un problema típico de su época: el suicidio. Se pregunta por los motivos por los que un hombre decide acabar con su vida. ¿Es este un problema esencial? Si entendemos la vida, es decir, la existencia como la esencia de todo individuo, debemos prestar atención a este hecho, aparentemente ilógico. Como veremos, esta actitud radical es más compleja de lo que se cree. No se trata, generalmente, de llevar hasta el fin la resolución (el fracaso) de unos ideales. En realidad, la causa de la auto-aniquilación de la existencia suele tener más que ver con una angustia, con un dolor. Pero ¿qué tipo de dolor nos lleva a esta determinación? No se trata de un dolor de tipo físico (aunque el extremo dolor físico puede llevar a ello) sino de un dolor interno, un dolor de la consciencia. Se trata del dolor que el hombre siente por que no encuentra el sentido a la vida. Pero esto se tiene que detallar más concretamente.
Camus establece dos potencias. Dos Realidades que se relacionan: El Hombre y El Mundo. El hombre es un ser que, a diferencia del resto de animales, tiene la capacidad de razonar. Tiene la certeza de que a determinados actos les siguen determinadas consecuencias. Es capaz de procesar todo el conocimiento de manera lógica. Así, el hombre se maneja en su cotidianeidad. Mediante cierta rutina se mueve porque el mundo le arrastra de terminada manera (mediante perspectivas de futuro o pequeñas sorpresas que no manchan la inercia vital). Pero va notando guiños que comienzan a derrumbar su idílico mundo lógico: un mundo que no responde a sus expectativas. Nuestra propia imagen se comienza a distorsionar. Nos extrañamos ante un mundo que nos empieza a ser ajeno. Ya no queremos pensar en un futuro esperanzador. En ese momento, como dice Camus: un día surge el porqué y todo comienza con esa lasitud teñida de asombro. (…) (esta lasitud) inaugura, al mismo tiempo, el movimiento de la conciencia (2). De este modo nos damos cuenta de que el mundo que creíamos perfecto, lógico y razonable; nos vuelve la espalda, nos extraña y se nos hace ajeno. El hombre se siente “extranjero” de este mundo (como extranjero se siente Mersault (3) ). El hombre rompe definitivamente con su universo y el resultado de este conflicto de potencias es claro: El Absurdo. Pero ¿Cómo podemos hacer frente a este sentimiento de absurdidad?
Camus contrapone dos alternativas que conllevan actitudes opuestas ante la vida: Por un lado, el hombre puede tratar de escapar de esta lucha terrible y angustiosa. Es lo que pretende el pobre individuo que no soporta la carga de un mundo que no está hecho a su imagen y semejanza y que resuelve quitarse la vida.
También eligen la retirada ante la batalla los que deciden buscar el sentido perdido de su vida en una espera
nza trascendental. Estos esperan que otro tipo de vida consuele su conciencia perdida. Esta es la base de toda fe religiosa y que encuentra su base en la concepción platónica del mundo inteligible y que busca la racionalidad en un mundo eterno. También se puede evitar la lucha si el hombre rechaza su propia racionalidad, armonizando, de esta manera, el carácter ilógico del mundo a su propia esencia. Esta es la actitud de Kierkegaard con su salto irracional o Chestov y Heidegger, con su rechazo al tribunal de la razón pura de acento kantiano. En otro sentido Husserl, con su sistema fenomenológico, rechaza el método racional para conocer la realidad del mundo y no acepta este choque de potencias al estar originado por una falta de un método correcto para conocer.
Camus critica este movimiento irracional argumentado que el hombre jamás se puede desprender
de su propia razón, el hombre es racional desde el momento en que reflexiona sus actos y medita sus consecuencias. Por otro lado, el hombre puede quedarse, resistir y luchar. Este es el fundamento de toda actitud absurda. La lucha.
El hombre absurdo no se conforma con un destino que carece de toda lógica y de toda analítica racional. Frente a esto, sigue siendo un ser racional. Mediante las herramientas de la razón lucha por un destino que sabe definido: La muerte.
¿Por qué el hombre suele tomar el camino de la retirada y no se queda para resistir ese destino marcado? Para Camus el hombre recoge la experiencias de su vida y, a partir de ella, intenta reflexionar su destino final. Ahora lo que él propone es hacer el camino contrario. Somos consciente de nuestra propia finitud, sabemos que somos seres que vamos a dejar de existir. Esta es la experiencia más fiable de la que somos conscientes. Y ¿por qué no tomar esta experiencia como base para actuar en nuestra vida? Podríamos movernos de una manera distinta. Jactándonos de que sabemos nuestro destino pero que podemos seguir amando cada día de lo que queda de nuestra vida.
El hombre
absurdo es el que, sin negar lo eterno, no hace nada por llegar a él. Prefiere el valor (que le enseña a vivir sin apelación y a querer lo que tiene) y el razonamiento (le enseña sus límites) a la nostalgia por la eternidad. Pero se trata de una amarga constatación, no es un valle de lágrimas ni un goce de liberación. Lo absurdo rompe con la dicotomía permitido/prohibido, puesto que ahora pese a que toda acción se permita, sigue habiendo prohibiciones.
El hombre q
ue ejemplifica esta manera de entender el absurdo es el amante que conoce los límites del propio amor. El que rechaza el amor “eterno” en favor de un amor singular y conscientemente perecedero. Otro ejemplo es el aventurero, que hace de su camino la esencia de su lucha por el destino, o el actor, que conoce en primera persona la temporalidad de la existencia.
En cuanto a la moral. Uno puede ser virtuoso por capricho. El hombre absurdo considera igualmente sus acciones de acuerdo a sus consecuencias. Pero en este caso, estas están impregnadas de un halo de serenidad. Hay responsables, no culpables. Mersault es responsable de la muerte del árabe. Pero no es culpable de haberlo matado. Las reglas morales para el hombre absurdo han de ser tomadas como consejos que se pueden seguir o no.
En cuanto al amor, Camus nos dice que cuanto más se ama más se consolida lo absurdo.
Para Camus, el genio (absurdo también) es aquel que conoce sus fronteras. El hombre absurdo conoce su finitud, no cree en la profundidad de las cosas (al estilo fenomenológico) y no se separa de su tiempo. No busca la añoranza ni la esperanza, porque sabe que es vana.
Todo lo que le interesa son cosas nimias, banales y poco trascendentales. Pero es quizás en esa intrascendentalidad donde el hombre absurdo alcanza el mayor conocimiento del sentido de su propia vida.
  • Conclusión: Luchemos por nuestro destino.
Ante el texto analizado el lector seguramente sea consciente de su profundidad. Yo, como lector y autor de este análisis, me veo en la encrucijada vital que enuncia Camus.
¿No nos hemos sentido todos alguna vez extranjeros de nuestra propia realidad? En cuanto que filósofos, nuestra misión (que nuestra consciencia nos encomienda) es el de buscarle el sentido a nuestra realidad, a nuestro universo. La lógica, la ffía de la ciencia, la lingüística… todas ellas han intentado proyectar nuestra imagen racional del mundo al mundo en sí. Siempre hemos pretendido creer que el mundo era una representación más o menos fiel de lo que nuestra conciencia ha imaginado. Pero no es así.
Camus es especialmente agudo al afirmar que, día a día, se nos va derrumbando este edificio perfecto. Los ladrillos se van soltado y las vigas van cediendo ante el peso de la irracionalidad. El mundo no es perfecto. No es encajonable en categorías ni en etapas del espíritu absoluto.
Pero si sabemos esto, ¿Qué podemos hacer? Podemos evitar la lucha contra ese destino angustioso y cruel. ¿Cómo? Podríamos adecuar nuestra mente a este mundo irracional, irracionalizándola. De esta manera se constituiría una armonía que evitaría el dolor existencial. Sin embargo, eso no es posible. ¡Somos humanos! Pensamos, actuamos. Somos seres morales que interactúan. No somos animales. Y la racionalidad, pese a que nos aleje del mundo, nos acerca al entendimiento de la realidad.
Por tanto,
tiene bastante razón Camus al afirmar que la única alternativa es luchar, luchar contra ese destino. Hagamos caso a Camus y no nos lamentemos más por el destino que nos acontece y afrontémoslo de la mejor manera que puede hacerse: obteniendo de ello la mayor y más certera experiencia de nuestra vida.

Ya hay algo que sabemos: Vamos a ser pasto de las lombrices.
Vivamos a partir de ello.




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(1) CAMUS, A. El Mito de Sísifo, Alianza Editorial, Madrid, 2006. Pág 42
(2) Ibíd, Pag. 25
(3) Mersault es el protagonista principal de "El Extranjero", la obra de ficción que singulariza el contenido filosófico del razonamiento de lo absurdo.

3 comments:

Carlos Suchowolski said...

Sin duda, la absurdidad que percibimos nace de la dificultad para entender el fenómeno de la propia conciencia y sus facultades reflexivas. La experimentación de esa voz que nos orienta/desorienta nos devuelve su propia necesidad de justificación y nos lleva a buscar un sentido trascendental. Creo que Dios, los dioses y los semidioses nacen de ese impulso. La racionalidad impone su prentendida perfectibilidad potencial, su deseo de perfectibilidad, su ver lo existente como necesariamente perfecto. Pero esa pulsión de la reflexividad y de la facultad de pensar muestra precisamente su imperfectibilidad, su "exceso". Un exceso que nos lleva más allá de su función de herramienta de supervivencia (y que permite a su vez que lo sea). La absurdidad, así, no es más que otra manera de darnos una justificación que pueda calmarnos. Una primera justificación (equivalente así a la de La Revelación o a la esperanza de índole científico-filosofica, etc.) sobre la edificamos nuestras supuestas normas de conducta. Estas a su vez y por ello, tienen que coincidir con nuestra vida social y psicológica o hacerse insoportables. Marchamos pues sobre terreno firme o sobre un fino hilo a punto de romperse. Marchamos de mil maneras. Obedeciendo (Sísifo, a los dioses) o intentando dominar lo indominable (hasta el punto de la insatisfacción), etc. Y, en fin, pasamos para que todo continúe.

En tu "viejo" artículo, apuntas bien varias cosas, pero sigues creyendo necesario el "consejo vital", contrapuesto a los otros posibles, lo que sigue siendo indemostrable aunque se apele a la absurdidad como evidencia, que no lo es... Porque... es sólo "otra" construcción imaginaria.

Un fuerte abrazo.

Meditabundo said...

Jaja, tienes Razón Carlos, será ese algo de Sacerdote que nos cuesta perder...

Sobre la absurdidad es claramente un remedio más contra supuesta enfermedad que es la angustia ante nuestra finitud. Y quizás aún seguimos siendo los sacerdotes antes mencionados al pretender enseñar un modo de hacer frente a esa angustia (uno más que yo como individuo acepto de mayor grado que otros)
pd:gracias por el comentario!

Carlos Suchowolski said...

Si retrocedo me encuentro a mi mismo con ropas sacerdotales. Parece inseparable con la abstracción. Me está viniendo bien leer críticamente a Schopenhauer.
Un abrazo.