"Al fin y al cabo lo complicado no es transmitir lo más fielmente posible tus sentimientos... sino saberlos neutralizar, acallarlos y trascenderlos para poder llegar a construir un relato que vaya más allá de la subjetividad más profunda."
Llevo tiempo pensando en esa parrafada que soltó un conferenciante hace unos años en la convención de literatura hispana de San Francisco. ¿A qué se refería con eso de trascender los sentimientos?
Siempre he pensado que la clave de los grandes escritores era precisamente su facilidad para comunicar con belleza sus pensamientos... pero al parecer estaba equivocado.
Cuanto más lo pienso más me hago a la idea de lo cavernoso que supone el mundo de la literatura. ¿Cuál es, en último término, la pretensión de aquel que plasma en palabra escrita aquello que tiene en su mente?
Quizás no es más que una simple llamada de atención. Yo también soy escritor y no puedo negar que cuando escribo y lo hago público, estoy pidiendo inconscientemente un poco de atención sobre algo que pienso que se me da bien.
Resulta que la experiencia y los portazos editoriales en las narices me han hecho comprender que estoy lejos de dominar esto de la escritura literaria.
Sin embargo, sigo escribiendo, sigo tratando de que la gente conozca aquellas historias que mi mente crea y que surgen de experiencias propias y viviencias concretas.
Todo puede que nazca de la esperanza de que algún día pueda ser reconocido y admirado. De que la gente experta me mencione y de que los teóricos me citen.
O quizás de un simple juego de distracción con el aburrimiento, fuente de todo mal y origen de todo sufrimiento.
A lo mejor se trata de deshaogarse. De tratar de darle sentido a todos los miedos y las indecisiones que han poblado mi cerebro.
No sé porqué; cuál es la razón de que siga escribiendo y de que le mande a usted esta carta.
Quizás la razón que me llevó a rajarme la camisa y permitirle que apunte al pecho desnudo es simplemente estética. Si consigo llegar a usted con una carta desnuda de eufemismos y barroquismo puede que vuelva a considerar releer mi novela.
Sé que mi novela no es lo que usted esperaría encontrar como material comercial, como algo de éxito masivo. No, soy consciente de que no le he enviado un best-seller en potencia, pero ¿Y no es acaso esto mismo lo que hace de las buenas novelas clásicos imperecederos? Lo mejor de todo es que de esto mismo habla mi novela y usted ha mirado para el otro lado aún siendo consciente de la potencia futura de la obra.
Le repito que creo que una de las razones por las que sigo escribiendo es la esperanza de alcanzar cierto reconocimiento. Por ello confío en que tome en consideración revisar su juicio acerca de mi novela. Puede que esta vez caiga en gracia.
O puede que se ría de todo esto y que me tome por un pesado autorucho más de los tantos que barre su conserje o su secretaria todos los días.
Eso se lo dejo a su elección.
Por mi parte me vuelvo a vestir y a seguir cosiendo pantalones.
Atte,
J.K. Toole. *
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(*) J.K. Toole es el malogrado autor de "La Conjura de los Necios" (A Confederacy of Dunces - 1980).
Para saber más:
WIKIPEDIA
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(*) J.K. Toole es el malogrado autor de "La Conjura de los Necios" (A Confederacy of Dunces - 1980).
Para saber más:
WIKIPEDIA
1 comment:
Cuán triste es ver casos como estos. Los escritores en ciernes deberíamos estar preparados.
PD: Tomo tu imagen prestada. De hecho, llegué a tu blog porque la estaba buscando.
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