Sunday, March 01, 2009

Mortis advenae


-¿Qué te hace pensar eso?- Le preguntó con menos curiosidad de la que reflejaba la forma pronunciada de su ceño

-No lo sé, supongo que es algo que llevo pensando desde hace unos días...

-No creo que sea el mejor momento para echarse atrás. -Le aseguró con cierta firmeza en su tono.

-¿Y por qué no, eh? ¿Por qué no? ¿Quién eres tú para decirme cómo debo afrontar esto? -Gritó levantando tanto la voz, que a esta le acompañó un nítido eco de fondo.

Por suerte, la soledad del hangar viejo y cochambroso hizo de fortín contra sus alaridos.

-Tienes dos opciones. Y sabes cuál vas a elegir. Ya has pasado por esto antes. Cuando recurriste a mí, me aseguraste que esta vez era la definitiva. -Le reprochó con aire de gravedad. -Tú decides, pero te pido que al fin seas consecuente y no vuelvas a huir.

Su rostro se volvió aún más sombrío y las lágrimas desaparecieron de sus descarnadas mejillas. El aire se hacía aún más respirable. Una minúscula brisa peinaba sus escasos cabellos.

Dirigió su mirada hacia la puerta del cuchitril. Los años habían hecho mella en la pintura, ahora de un verde descolorido. No esperaba a nadie, y sin embargo ansiaba que la puerta se moviese y detrás estuviese alguien para decirle "¿Hola, cómo estás?" o "¿Hace un buen día hoy, no?".

-El tiempo pasa y sólo consigues arañar unos minutos basura. ¿Vas a seguir pensando en tu errores? Todavía no te has dado cuenta de que ya no sirve de nada? Tu alfil y tu torre han caído ya. Tu reina está en las últimas y tu rey se tambalea.

-Respóndeme a una cosa -Se le ocurrió decir con el poco aliento que le quedaba. -Dime lo que quiero oír. Por una vez, dame lo que deseo. Dime que hay algo más allá...

-Lo siento. Eso lo tendrás que descubrir tú mismo. Yo no soy más que tu conciencia. El "otro" de tu mismidad, lo ajeno que hay en ti. Esa parte siempre desdeñada. Ahora no me pidas consejo cuando jamás me hiciste caso. No soy yo el que te calmará esta vez. No más, nunca más.

-Doy por hecho que me dejas tirado. Ni siquiera me ayudas a bajar, más bien me echas por la borda.

-Te equivocas. Yo seguiré contigo hasta que ambos seamos cenizas de todo pensamiento. No olvides que no hay nadie más contigo aquí. Aún cuando caminaste por senderos sinuosos y oscuros, nunca te fui ajeno. Recorriste caminos, pinchaste, bebiste, amaste, respiraste... todo eso lo viví contigo.
Es hora de decir adiós...

Un rumor recorre la vieja factoría. El último hombre ha muerto. Su propia conciencia le dio la espalda.